julio 21, 2009

Antónimos y sinónimos (2): El ABC de las cosas

Los primeros días de clase siempre suelen ser aburridos. La mayoría entró a sus respectivos salones con la expectativa de lo que puedan encontrar entre la variedad de compañeros. Los hombres esperaban ver mujeres que puedan prestarse para juegos de chicos malos y las mujeres esperaban, por su lado, cualquier figurita recortada que le pueda ligar. Luego de todo eso, estaban los que simplemente cumplen la función de relleno, de espectador. Los que prestan atención a la clase reposando la cabeza con una mano en el mentón y el codo apoyado en la carpeta y que de vez en cuando dan una mirada a sus costados. Después de ellos, como en todo lugar, están los aplicados, que dedican todos sus sentidos para captar el contenido de la clase.
Los intermedios solían emanar comportamientos pasivos de los estudiantes y eso no era divertido para muchos. Pero para Juan si lo era. Él se entretenía viendo a la gente moverse de un lado para otro, viendo como hacían lo que querían con la mirada, otros que dormían aprovechando el ocio, algunos que hablaban por teléfono móvil y como se reían a su antojo. Pero Juan sólo miraba cuando no lo miraban, ya que así podía ver a las personas de cerca.
Ya en clase de nuevo, reinaba la armonía y todos atendían sus intereses propios. Era una especie de cacería silenciosa. El profesor adelantó un comentario sobre la siguiente clase mientras escribía dando la espalda a los estudiantes.
-La próxima semana haremos nuestro primer laboratorio y formaremos ocho grupos de trabajo de dos integrantes cada uno. La única hora de entrada al ambiente será a las quince horas. Ni un minutos más y ni un minutos menos.
- Perfecto-. Se dijo a sí mismo Juan en voz baja.-De nuevo al trabajo.
La cosa iba a ser interesante porque Juan sabía, según por el orden de lista, que la persona que le seguía en tal relación era una mujer y con un cálculo rápido, viendo la cantidad de alumnos en el aula, dedujo que estaría en su compañía. No la había visto bien porque solía ser muy presurosa al salir de clase. Para esto Juan había revisado ya el horario de clases y se preparó para llegar puntual al pabellón de laboratorios. Sólo debían ir todos los estudiantes y encajaría todo a la perfección.
Estando ya a unos minutos de la hora señalada, Juan se unió al grupo donde estaban todos los citados, esperando para poder entrar al laboratorio. El profesor ya estaba parado en la puerta de ingreso al ambiente y a un minuto de las quince horas llama por lista.
- Damián-Espinosa…Flores-Gallardo en la quinta y sexta estación de trabajo respectivamente, por favor.- Dijo.
- Perfecto-. Respondió Juan a sí mismo de nuevo en voz baja.-A trabajar.
Los jóvenes caminaron hacia su estación correspondiente. Juan no volteó en ningún momento para no levantar sospechas ni tampoco para mostrarse interesado. Al sentarse, él mira a Gloria con ojos tranquilos y un semblante relajado. Ella lo mira a él con cara de estar perdida y de no saber que hacer. Mientras todos atendían la introducción del tema de laboratorio, Juan observaba a Gloria. Ella era delgada, con forma de mujer, nada exagerado ni muy pronunciado, ligeramente alta, blanca, cabello liso y con una boca larga. No olía mal pero tampoco bien.
En el desarrollo de la tarea (que de por sí era algo complicada), unieron fuerzas para tratar de descifrar las explicaciones del profesor. Cada error o torpeza de cualquiera de ellos dos, provocaba una inmediata risa de ambos. Ella tenía una sonrisa categóricamente amplia. Era intimidante y eso era excitante para él.
Gracias a este primer contacto, los siguientes roces fueron lentos pero considerables. Aunque no había que preocuparse, ya que habían pasado varios días desde el inicio de las clases y los alumnos ya se habían relacionado lo suficiente como para hablarse entre sí y hacer de las suyas. Esto le permitía a Juan llegar a ella cuando quisiese con más facilidad y sin llamar mucho la atención. Por cierto, Juan sabía que tenía ventaja por sobre todos sus compañeros a excepción de uno. Pero este sujeto estaba fuera del alcance de la mayoría de mujeres del sitio, ya que este era un muchacho acomodado, respingado, orgulloso y corporalmente muy llamativo. Esto no generaba un problema para Juan, por lo que este sujeto se convertía en una especie de ser platónico para la mayoría de mujeres. Así que no había que preocuparse. Sólo bastaba un chasquido de los dedos para reventar cualquier burbuja mental de su cometido.
Rápidamente llegó la época de exámenes y los ambientes estaban caldeados. Las clases solían terminar más temprano con la finalidad de darles más tiempo a los estudiantes para poder estudiar y terminar sus trabajos. Gloria y Juan solían irse juntos después de clases a la casa de una amiga de esta, dejando atrás a los demás compañeros que se quedaban avanzando sus quehaceres. Esta amiga se llamaba Matilde y estudiaba en la misma institución, pero en segundo ciclo. Ella vivía sola y generalmente solía estar en la casa de su novio. Esto facilitó bastante el negocio, ya que Gloria siempre le pedía las llaves de su departamento a Matilde. Esas dos semanas de parciales los jóvenes se examinaron por completo y fueron arduas las noches que pasaron en aquél aposento. Luego de ese tiempo, la contundente pareja formalizó su relación dentro de los callejones institucionales a pedido de Gloria. “Todo lo que tengo que hacer, carajo” pensaba Juan.

Gloria y Matilde eran muy amigas y siempre se ayudaban en todo, para beneficio de Juan. Pero evidentemente, no sólo se ayudaban a favor de éste; él sabía que se daban la mano para todo y eso incluía posiblemente, el tráfico de drogas. Para eso, Juan tenía entendido los movimientos de Matilde dentro de la institución, de las fluctuaciones que había con su novio (ya que eso influía en el consumo de drogas) y de la versatilidad que tenía para explotar oportunidades de negocio. No necesitaba hostigar a su actual huésped sexual de su institución educativa, para que así ella pueda estar siempre en todo momento presta para la acción. Todos esos movimientos de Matilde estaban relacionados con Gloria y era por eso que Juan no dejaba de observar a la amiga de esta última, ya que ella era la brújula para ubicar a su compañera.
-Siempre hay que estar bien informado-. Pensó Juan en voz baja desde la última estación de trabajo, ubicada en la parte posterior del ambiente, mientras el profesor escribía en el pizarrón.
- ¿Qué dices?-añadió Gloria que se encontraba sentada al costado de éste-, ¿Dijiste algo?
- No, no. Nada.- Respondió Juan recordando lo que había pensado. Después de mirarla, volteó y siguió observando el vacío.
Gloria se quedó callada meditando la frase de Juan y tratando de recordar como había llegado a besar el fin de semana pasado a un anónimo, conocido de Matilde, en una fiesta a la que fue sin la compañía de su novio.
Juan, para romper el silencio y atosigar cualquier indicio de malestar, introdujo su mano dentro de su blusa, por la espalda, lentamente tanteando el camino y, apretujando su cuello desde adentro, le olfateó el hombro y exhaló su olor en la oreja derecha de ella. Automáticamente Juan sintió en su antebrazo izquierdo el pasmo de esa piel, erizada por completo, mientras que contemplaba los pequeños bellos de su cara, levantados como en pie de lucha. Él se reía por dentro al no aguantar la risa.


En una de las canchas ubicadas en las afueras de los pabellones, en el intermedio de la jornada, Juan fumaba un cigarrillo, analizando la reacción preocupada de su huésped ante la frase soltada por él. Juan conocía los detalles del último movimiento de Matilde que tuvo el fin de semana pasado y sabía también, por supuesto, los detalles de Gloria. Pero ni las borracheras de ella ni los infaltables valientes que siempre están al acecho, le inquietaban a Juan. En esos tiempos Beatriz andaba muy detallista, como nunca antes Juan lo había visto, más aún de lo que ya bastante era. Él sabía que Beatriz se estaba enamorando de sí y que la mejor expresión de dicho sentimiento eran sus detalles. Que lástima y que pena sentía Juan por Beatriz. En realidad ella no se merecía todo esto, pero tampoco podía enterarse y mucho menos Juan podía dejar sus negocios. Daban buena paga.
Al término del intermedio de ese mismo día, Juan se retira veloz y sigilosamente; no entra a clases. En el camino a la puerta de salida de la institución llama a Beatriz y confirma su asistencia en el lugar en el que casi todos los días se veían.
- Aló ¿Beatriz?
- Juanito, hola…-Quebrándosele la voz dulce, suavemente contesta Beatriz- ¿Cómo estás? ¿Ya vas a llegar?
- Si bebe, estoy bien. Ya estoy en camino. Espérame donde siempre, a las diez.
Juan caminaba lo más rápido que podía. No quería que lo viese alguna amiga o algún amigo en común entre Gloria y él que pueda dar razón de su huida, yéndose antes de la hora de salida. Su acelerado jadeo al hablar lo delataba. Solía agitarse con rapidez.
- Juani ¿Estás corriendo?- Indaga ella al notar el respirar fatigado de Juan.
- No, bebe. No. Es que se me hace tarde y se me está por acabar la batería del teléfono.-Responde el cortantemente.-Nos vemos luego. Te quiero.
-Te ador—
Y Juan colgó el teléfono. En seguida, lo apagó.

Al encontrarse con Beatriz, lucía jovial y radiante. Como si su cuerpo inventase una luz al no ser la noche su hábitat natural (a diferencia de los múltiples negocios de Juan). Ésta lo abraza con una fuerza descomunal que lo envuelve como si en él cayera un rayo del cielo, de color rojo intenso, tal como si fuera un baño de sangre. Pero con un olor inigualable que solo una Madre podría dar. De inmediato la piel de Juan se puso de gallina y sus entrañas se enternecieron de tal forma como una implosión de un grupo de sus ideas noctámbulas, que luego, creando una masa rojiza, se aceleraba a mil por hora generando un calor sobre humano; era un calor que provocaba un ardor, un dolor en su azotado pecho. Quemaba y provocaba el sudor de sus ojos. Ella lo llevó a él a su pecho y lo hizo echarse entre sus piernas. Juan se anidó en su seno y dejó que su calor seque el sudor inesperado.
Después de un momento se miran fijamente y ella con una bondad que rebasaba expectativas, entrega a Juan un papiro en donde estaba escrito las primeras palabras de una gran y fuerte civilización dualista. Era una cartulina rosa, impregnada de un olor delicioso, de escarcha y escrita en mil colores, adornada junto con varios stickers y dibujos de su serie favorita.
Juan:
Te quiero más que nunca y nose que hacer.
no me imaginé que todo lo que esta pasando
ahora sea tan lindo y maravilloso en mi vida.
Sabes que hasta ahora no lo puedo creer, se
me hace difícil creerlo.
Me hubiese gustado mucho que derrepente ese
dia hubiese sido mas especial, pero no podía;
me costaba mucho aceptar lo que estaba pasando
y acercarme a ti como si nada, me daba miedo mucho
miedo.
Nose como tomar todo esto, si seguir enamorando
cada día como lo hago, sufrir una eternidad que
no verte o ser realista y mantenerme al margen y
no enamorarme porque tengo miedo de dar todo de
mi y no recibir lo mismo pero de que manera puedo evitarlo
y aunque, no lo pensaba lo preciento.
TE QUIERO cada día más y mas y mas y mas (x)
Espero que eso no ocurra solo en mi, si no tambien en ti.
Si derrepente no es así, hasmelo saber.
no me sigas matando de esa forma.
Lo único que quiero es que seamos sinceros.
Te quiero tanto como no lo imaginas.

Beatriz.



De camino a casa, Juan sopesaba lo bueno que era y se reía de tal. De repente su risa se aminoró al recordar a Gloria. Sabía que ella estaría enojada y preocupada por su desaparición, como ya había pasado innumerables veces. En ese momento enciende su teléfono y empiezan a llegar mensajes de llamadas perdidas del mismo transcurso de la noche.
Juan se echa a su cama aún por terminar de reír y entra una llamada. Era Gloria.
- Juan ¿Dónde mierda has estado?- Vocifera el negocio.
- Se me apagó el teléfono. Es todo. Me tuve que ir porque en casa me necesitaban y no te avisé porque estaba sin móvil.- Respondió con seriedad Juan, con una voz dominante y segura.
- Anduve buscándote por todo lados como siempre y nadie sabía de ti.- Dijo ella con una voz notoriamente menguada. -Me preocupé por ti, Juan. No me hables así.
- Estoy ayudando a hacer unas cosas aquí y no puedo hablar. Hablamos mañana.
Y Juan colgó el teléfono. En seguida, lo apagó.