agosto 17, 2009

Antónimos y sinónimos (3): Comunicación avanzada


Inicio de sesión: Sábado, 05 de febrero del 2005
History – Siempre hay un Rock alternativo (
nombre1@hotmail.com)
Sin nombre – Sin mensaje personal (
nombre2@hotmail.com)
(23:29) Sin nombre : hola
(23:30) History : saludos
(23:30) History : quién eres? identifícate
(23:30) Sin nombre : hola, soy Alejandra
(23:34) History : bien. de dónde has conseguido mi correo?
(23:35) Sin nombre : pues lo vi en un grupo de msn, eras administrador. me gustó la página y su contenido y fue por eso que te agregue
(23:41) History : oh, ya veo
(23:42) Sin nombre : como te llamas?
(23:45) History : me llaman History, pero mi verdadero nombre es Juan
(23:46) Sin nombre : y por qué History?
(23:49) History : es que siempre suelo firmar así
(23:50) Sin nombre : ah ya
(23:54) History : si
(00:10) Sin nombre : y cuantos años tienes?
(00:12) History : 18
(00:12) History : y tú?
(00:13) Sin nombre : 20
(00:13) History : bien
(00:13) Sin nombre : bien que? :S
(00:13) History : o sea, de acuerdo, ah ya, está bien, ya veo, etc
(00:14) Sin nombre : jaja ah ya
(00:14) Sin nombre : bien
(00:16) History : ja
(00:16) History : bueno, me retiro debo hacer unas cosas por aquí
(00:16) History : cuidate
(00:16) History : saludos
(00:17) Sin nombre : ok
(00:17) Sin nombre : cuidate también
(00:17) Sin nombre : conversamos luego
(00:18) History : de acuerdo
(00:18) History ha cerrado sesión

El día que ya se había ido, fue de fiesta como siempre lo es, en vísperas del día central de cada mes. Juan, después de verse y dejar en su casa a Beatriz, llegó a la suya lleno de placidez y de un muy buen humor. “Que grata sorpresa” se dijo a sí mismo Juan en voz baja, mientras iba en rumbo a reunirse con unos amigos al centro de la ciudad, luego tener la pequeña plática con esta indocumentada mujer.
Al pasar de los días, veía esporádicamente conectada a Alejandra, pero siempre por las noches, en un rango promedio de las diez hasta un poco más pasando la media noche. Juan no se conectaba inmediatamente. Él sólo la observaba de lejos con el record (bitácora) de su PC y estudiaba sus movimientos. En esos primeros días, cuando Juan se conectaba, ella le hablaba casi automáticamente, pero Juan se mostraba frío y tieso, y le tardaba en responder. Es más, solo trataron temas sin mucho interés para ambos, como el contenido de la página, de su inicio y de su progreso; no mucho que desear, pero él detectaba un cierto interés por parte de ella hacia su persona. Él tenía las orejillas levantadas. Escuchaba piedras corriendo en el sentido de la corriente. Ya era hora de trabajar y sabía desde luego que, luego de las matemáticas, venían las flores.


Inicio de sesión: Jueves, 10 de febrero del 2005
History – Siempre hay un Rock alternativo (
nombre1@hotmail.com)
Sin nombre – Sin mensaje personal (
nombre2@hotmail.com)
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(23:03) History : y dime, a qué te dedicas?
(23:03) Sin nombre : :O
(23:04) Sin nombre : estudio comunicación jovencito
(23:05) History : oh, mira tú
(23:05) History : interesante
(23:05) History : entonces me imagino que debes comunicarte bien
(23:06) Sin nombre : jajaja
(23:06) Sin nombre : bueno, tantito
(23:06) Sin nombre : :P
(23:06) Sin nombre : estoy llevando cursos de varios ciclos
(23:07) Sin nombre : en realidad ya debería estar por terminar
(23:08) History : ah, sí?
(23:05) History : tienes 20 cierto?
(23:03) Sin nombre : así es jovencito
(23:03) Sin nombre : pero pronto será 21
(23:05) History : oh
(23:05) History : está usted llena de sorpresas, señorita
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(01:16) Sin nombre : bueno eso no lo sé porque no le conozco
(01:17) History : pues podríamos salir juntos a tomar algunas
(01:17) History : qué le parece, señorita?
(01:17) Sin nombre : muy bien jovencito, gustosa yo
(01:18) History : perfecto
(01:18) History : qué día le parece? viernes?
(01:18) Sin nombre : fin de semana eh
(01:18) Sin nombre : mmm
(01:18) Sin nombre : y el sábado? Yo tengo justo una reunión, me puede acompañar
(01:20) Sin nombre : claro, si usted quiere jovencito
(01:22) History : mejor mañana señorita
(01:22) History : lo que pasa es que el domingo tengo una reunión familiar y debo acostarme temprano para ese día y eso
(01:23) Sin nombre : oh ya, no hay problema jovencito
(01:23) Sin nombre : que sea el viernes entonces :)
(01:23) History : bien
(01:24) History : le debo esa salidita, señorita. no se preocupe
(01:24) Sin nombre : ok jovencito, asi sera
(01:26) History : viernes a las 6, sí? en el paradero del chifa
(01:26) Sin nombre : ok :)
(01:27) History : perfecto
(01:28) History : me retiro, señorita
(01:28) History : cuídese
(01:28) Sin nombre : jovencito, disculpe
(01:28) Sin nombre : pero como le reconozco??
(01:28) History : mmm
(01:29) History : camisa negra, cabello ligeramente ondulado
(01:30) History : y a usted? como le reconozco?
(01:31) Sin nombre : blusa blanca y una chompa media mostaza
(01:32) History : alta, baja, blanca, morena? algo por estilo?
(01:32) Sin nombre : media china jeje
(01:33) History : oh
(01:33) History : definitivamente, está usted llena de sorpresas, señorita
(01:33) Sin nombre : ay jovencito, usted siempre
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(02:45) History ha cerrado sesión

A mediados de la tarde, en el día pactado por Alejandra y Juan para verse, este último se encontraba conversando con su círculo de su barrio, repasando choques anteriores y planeando uno que otro asalto en conjunto para los siguientes fines de semana. Últimamente habían sido recolectados buenos botines y el consumo de estos pequeños estupefacientes, tenía a Juan totalmente recargado de artimañas y planes cortantes. Tanto para él, como para su círculo, los primeros meses de ese año habían sido de vacas gordas. Minutos antes para las seis, Juan emprende el camino, despidiéndose antes de sus amigos calurosos y complacidos al escuchar el pase de esa noche. Claro estaba hacer nones de vista de la presencia y ruta del caminante hacia el “drugstore”, como ellos le llamaban. Estando ya Juan en el lugar del encuentro, se da cuenta de que el lugar no era muy seguro después de todo; él podía ser visto. Ante tal situación y a la demora de Alejandra, decide ir al teléfono más seguro y cercano. Cruza la pista adentrándose por las tiendas, y, desconfiado a su paso de algún rostro conocido, marca el número.
- ¿Aló? ¿Alejandra?
- Jovencito…-Dice Alejandra con voz preocupada.- Disculpe…ya estoy por llegar. No pude salir de casa tan rápido después de todo. Mi papá me retuvo.
- Bueno, no hay problema. Cuando esté por llegar, me da una timbrada ¿Está bien?-Responde Juan, fingiendo ser amable ante la demora.
- Ok, jovencito. Espéreme un ratito, solo cinco minutos.
- De acuerdo, la espero.-Y cuelga rápidamente, serio y pensativo por sus últimas palabras.
Juan cruzó de nuevo la pista y se escabulló entre las calles solitarias de ese lado de la avenida. Dicha zona prestaba una tranquilidad, pero a su vez, le daba más tiempo para recordar y pensar a Beatriz. “¿Qué obtendré yo si fui peor?” se decía a sí mismo mientras la recordaba. En eso suena su teléfono. Era Alejandra que había llegado. Juan se paró de la acera, tomó aire y se encaminó hacía el paradero en donde ella se bajaría de su colectivo. Apenas pudo visualizar el paradero -mientras caminaba-, pudo ver a una mujer parada dándole la espalda, junto a un teléfono, junto a un chifa, vestida con un jean color azul, zapatillas color verde, chompa mostaza, de cabello negro y liso. Juan la aborda y le saluda levantando una mano, e inmediatamente, con un beso en la mejilla. Ella del mismo modo, imitándole, le saluda a él y, este último observando su mano, la invita a salir inmediatamente de ese lugar. Caminando y platicando, los dos jóvenes se miraban constantemente con ojos furtivos, los cuales terminaban desembocando, al final, siempre al suelo. Ambos tenían una sonrisa aparatosa, amplia y con unos dientes perfilados, que hacía que su química sea instantánea y la atracción mutua, innegable y apacible. Como bien lo había dicho Alejandra, ella tenía los ojos rasgados, negros como una canica pirata y amplios como su agraciada sonrisa melosa. Era blanca, sí, aunque más que eso, simplemente no era trigueña.
Pasó un mes y ambos jóvenes se adentraron en clases. Empezaron a verse menos debido a que sus horarios de clases eran impares y traslapados; Alejandra por las mañanas y tardes, y Juan por las tardes y noches. Para esto, él aprovechaba los días en que entraba tarde a estudiar para poder ir recogerla a su universidad. Fue ahí donde se dio cuenta que había una infinidad de personas conocidas o que tenían algún lazo en común consigo mismo. Era una desventaja, sí, pero una ventaja a su vez, ya que con eso él podría conseguir información sobre Alejandra y era precisamente lo que iba a hacer. No podía arriesgarse de semejante manera por un pedazo de carne por el cual tendría que pagar la condena de ser delatado, escarmentado, castigado con la nada -con el vacío- y vetado del consumo de drogas. Iba a hacer todo lo contrario, como siempre lo hacía: el cliente debe pagar por adelantado y luego, ser asesinado.
Poco tiempo desdpúes la relación entre los jóvenes llegó a ser tal, que se veían casi todos los días, a excepción de los sábados, que de vez en cuando salían a alguna reunión o simplemente a pasear. Debía él repartir el tiempo ordenada y camufladamente, para que tanto como Beatriz, su mujer capitalina, y Alejandra, su mujer provinciana, no sospechasen de la rutina acelerada y refinada de éste en cada viaje, entrenada precisamente con ese designio, de poder ser como un pulpo pinta-paredes o una especie de máquina que podía escanear, fotocopiar y/o imprimir deseos a la vez.
En una de esas salidas, luego de varias semanas de frecuentarse, deciden ir al cine. A la salida del evento, los alrededores parecían no importar para los dos jóvenes. Se quedaron parados, viéndose el uno al otro. Juan fingía una serenidad absoluta, ante la prominente posibilidad de ser visto, y Alejandra, ensimismada, acertaba solo a sonreír con su poderosa mirada rasgada, cómplice de los deseos de Juan de poseerla. Para esto, todo había encajado: la hora, el día, el filme, la ubicación, el estado de ánimo y hasta el hecho de pagar a medias los gastos. La paciencia sutil, elegante y primorosa de Juan dio sus frutos, de esos dulces y pomposos, llenos de sexualidad pura y de trasluciente inocencia, de brillante ingenuidad –o de un profesionalismo serio, del cual Juan tenía una sensación en todo ese tiempo de haberla conocido-. El cliente empezaba a pagar…haya o no haya querido. El deseo no se hacía esperar.
Alejandra rompió la inercia idílica y se abalanzó hacia Juan.
- Jovencito, abráceme.- Dijo ella al apretujarlo a su pecho.
Él, en absoluto silencio, la abrazó e intentó introducirse en sus oídos.
- Claro que sí, señorita.- Repuso- Claro que sí.
Cuando Juan la abrazó, detectó una debilidad. Una fuerte debilidad que empezaba a revelarse precipitosamente; era él mismo la máquina que la mujer buscaba poseer para saciar sus más íntimos deseos, las más intrínsecas emociones y el más recóndito apetito de ser devorada por –y con- amor. Atinó a pensar que el cliente no era un satisfecho acreedor de dichas emociones y deseos. Quizá, simplemente, no le había dado resultado hasta el momento, y es ahí donde entra a tallar el hacedor; ¿Qué era lo que buscaba realmente Alejandra? ¿Era una niña empobrecida y marginada de un buen amor o acaso era Juan una presa sustanciosa y saludable, prestadora de energía “joven”, de la que la “señorita” anhelaba poseer? “Quizá solo era una pobre buena actriz, como muchas hay” pensaba Juan. Sea como fuere, en ese preciso instante, Juan tenía la palabra. Contaba con la ventaja de la situación y pensaba aprovecharla de la forma más personal, muy a su estilo.

Él, abrazándola más fuerte aún, intentando enternecerla al máximo, busca penetrar sus tímpanos, hasta llegar a su cerebro, receptor y traductor final de las bienaventuranzas de éste, su bien educado emisor. No la besó, pero se acercó a su boca, e inclinando un poco su cabeza hacia arriba, la miró a sus rasgados ojos negros y se quedó así, mirándola, provocante y altanero, caballero y respetuoso, todo a la vez. Los ojos avispados de Juan sólo se concentraban en mirarla fijamente, dejando a lado la observación. En el clímax de esos instantes, toma como único representante y vocero fiel al corazón (de ella), quien mismo operador de telégrafo, transcribe al pecho de Juan un telegrama muy extenso, interminable, siempre repitiendo el mismo acelerado mensaje en código Morse. Era el mensaje que él esperaba. El viejo truco de aguardar y hacer que la contrincante –la víctima- se confíe, para llevar así a su huésped a un nivel más alto, no tenía pierde; caería así para una siguiente oportunidad desde el piso de la rauda muerte, insegura y dudosa de cuando es que atacaría, o si es que atacaría su enemigo –depredador-, en este caso, Juan.
Con mencionado avance, él joven se retira y derrama flores al platillo, que ya casi estaba listo en la mesa para saborear. Ahora necesitaba de nuevo un poco de matemáticas. Juan tenía nuevas dudas y nuevas probabilidades que estudiar por parte y cortesía de Alejandra. Tomando una cerveza y fumando un cigarrillo, se relaja y piensa en todas ellas, estudiándolas una por una. Teniendo ya las más certeras, debía emplear un poco de fórmula, de números, de pruebas y ensayos, de investigación. Para las próximas dos semanas, decidió no verse con Alejandra, dedicándose por completo a su escudriñamiento y a su olvidada mujer, quien la tenía ya descuida por casi dos meses.
Superada ya la pesquisa, Juan llega a una conclusión: atacar frontalmente. La víctima se encontraba, como lo había advertido, en una etapa de receso y de búsqueda de una fuente de calor verdadera, altruista, y que mejor que un joven sincero, amante de la vida misma y caballero, para ser el mejor conserje de sus amores tiernos y sentimientos puros, osados de placer libidinoso. La chica lo quería todo, y confiaba en que Juan, a pesar de su corta edad, pudiese darle el conjunto perfecto de amor y sexo.
Análisis de sexos. En dicha materia, la distancia era considerable, técnicamente. Juan la recordaba por las imperfecciones que tenía. No era la típica mujer ergonómica de modelo, teniendo en cuenta su mayor altura y peso. Su cuerpo tenía las armas, más no la estrategia. Todas estas cuestiones técnicas eran de sumo interés para Juan, ya que, precisamente, eso la hacía más atractiva y sexual para si mismo. El disfrutaba de trabajos así: de madera astillada para tallar, de carne cruda para asar y comer, de retazos de tela para coser y crear; no había emoción alguna en tener cosas listas y perfectas para consumir, muy aparte de que no se aprendía nada, más que el solo saber que no había más que hacer ahí –y eso lo sabía bien-. Era por eso que ella significaba un buen golpe para él, una hazaña por cumplir y una droga fuerte con que hacer fluir. Pero -como en todo hay un “pero”-, hasta la perfecta imperfección, tiene imperfecciones. El tamaño de la palma y dedos de su mano eran notoriamente grandes a comparación a las de Juan, y eso denotaba una intimidación hacia su persona. Esas manos podían, quizá, hacerlo pedazos y de eso temía. Sabía también, por ello, que él mismo no era un pordiosero en la calle –su calle-. Pues no estaba desguarnecido. Él era un negociante y de los buenos, que conocía muy bien lo que era el hogar con Madre, y la calle, con sus prostitutas de buena cría. Eso lo tranquilizaba y lo concentraba en su negocio actual. Era hora de atacar y de iniciar el plan.
Al poco tiempo, Alejandra y Juan deciden unirse como pareja ante una sociedad notoriamente especulativa e incierta. Ella, con una felicidad que colmaban de ternura sus expresiones, hacía siempre hasta lo imposible por tenerlo cerca a Juan. Esto no le convenía a él, ya que no se puede en una relación parcialmente irreal -hecha por sí mismo-, dar demasiada prioridad. Dichas relaciones tenían un tope de seriedad que no se podía sobrepasar, ya que si no era así, existía la potencial probabilidad de ser descubierto y quedar a la intemperie: que los “unos” se mezclen con los “otros”; cada grupo, cada bando, cada mundo, tenía una versión diferente de la vida de Juan, y el hecho de trasponer esas versiones provocaba un estallido, como el choque de la Tierra y un planeta cercano, como el toque entre un lado positivo y su negativo; posteriormente, se generaba una aversión hacia el actor negociante, que como se había dicho, le podía costar hasta la vida. En toda pirueta mortal, se corría el riesgo de morir en el intento.
Cuando la buscaba, en los campos elíseos, no la perseguía, más la acosaba. La víctima –Alejandra- sentía como alucinaciones, como hologramas en forma del hombre, que aparecían y desaparecían y se le acercaban, por delante, por detrás, por los costados, por cualquier lado de sus 360°. Ella se confundía y se aturdía, a la vez que se excitaba. No sabía cual imagen era de verdad, de carne y hueso, o cual se haría humo en media noche; no sabía en que momento dicha imagen estaría o se esfumaría de su derredor. Era una presa rodeada por decenas de depredadores vestidos con la misma piel, pero solo uno sería el que la mordería sin piedad. Mientras ella estaba en la boca del hombre, se derramaba la sangre de su carne. Olía a eso, a sangre. Pero solo olía, más no había. Los huesos se quebraban a la par de su ceño al contorsionar su vida; esa vida que terminó siendo bebida energizante del comediante que no paraba de reír. Entre la neblina espesa formada en los jardines, Juan supo que había ganado una batalla y que estaba cobrando un botín, conquistando una esclava y acumulando un mérito más que nadie podría saber, tan solo él, a penas ella y quizá después, su pobre mundo llamado Planeta X. Había hecho arder al mismo frío. Ella debía morir en manos de su enemigo, pero después de ser estudiada al revés y al derecho, ya que la inversión en este espécimen, ante este resultado que fue el esperado, valía la pena. Desde ya vio los augurios de su muerte. Su cuerpo y sus ojos hacían la señal de la cruz, y era ahí, en esos campos, donde sería su tumba. "Aquí he de enterrarla" se dijo a sí mismo.

Quedaría grabado en su mente y en sus percepciones esos ojos camino horizonte y abultados producto del regocijo, captores de esos dos soles negros, que provocaban la conocida codicia de su hacedor.



Inicio de sesión: Domingo, 12 de junio del 2005
History – Dinámica Planetaria (
nombre1@hotmail.com)
Sin nombre – Sin mensaje personal (
nombre2@hotmail.com)
(22:48) Sin nombre : hola, juani
(22:49) History : saludos ale, cómo estás?
(22:49) Sin nombre : muy bien, extrañándote desde ayer
(22:50) Sin nombre : si tan solo hubieras llegado mas temprano :S
(22:50) Sin nombre : hubieramos podido pasar mas tiempo juntos no crees?
(22:51) History : si, disculpa. tú sabes, los amigos no te sueltan con facilidad
(22:51) Sin nombre : mmm me imagino
(22:51) Sin nombre : pero estuvo good ññ
(22:52) Sin nombre : eres un malo jajaj
(22:54) Sin nombre : ah, yo??
(22:54) Sin nombre : no creo haber sido el único
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(23:55) Sin nombre : nos vemos mañana? :)
(23:56) History : oh, lo dudo. mañana tengo hartos trabajos que hacer en la noche
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(00:13) History ha cerrado sesión


Horas más tarde, en el transcurso de la noche, Juan se reúne con Beatriz en el lugar en donde siempre solían hacerlo. Era un día curioso, sin duda. “¿Se está poniendo cada vez más bella, o soy yo que estoy demasiado necio para no haberme dado cuenta?” se preguntaba él a si mismo. “¿Por qué su sonrisa es cada vez más grande? ¿Por qué sus ojos están grandes también? ¿Por qué está tan (más) esbelta? ¿Por qué es tan perfecta? ¿Por qué ahora, si yo la conocí casi perfecta? Estoy demasiado necio para no haberme dado cuenta”. Esos eran los estragos de la virtud. “Ella es demasiado buena para mí, pero aun así, es mía”. Sí, era cierto. Beatriz había nacido para ser transparente una sola vez.