mayo 30, 2012

Una muerte natural


Se extingue y se distiende

Me conozco perfectamente. Conozco mi interior y hasta sus fosas de crestas vacías. Conozco mi exterior y hasta la desnudez de cuando se desconcentran las energías.
Sin embargo, lo que no sé es hasta donde podrá llegar mi ira y sus cómplices de punzantes felonías. En tratos de succión de sangre, de hambre y de cadáveres felices, tatuajes negros, reminiscencias y brisas frías.

¡Cánticos blasfemos rocían mi cara y el frescor de una vida ilimitada en sus esquinas, corroen cualquier intento de escapar!

No me importa en qué estación esté la carne ni sus arpías. Ni las mareas escarlatas, ni los nudos impulsivos que descansan en mi hombría. Ya que hay un valle eterno en mi mente, concupiscente, que de alguna manera lanza frutos palpables a mi camino hecho de otros miles; haciéndome una terrenal ambrosía.
Si muriese, los secretos se revelarían dejando expuesta mi verdadera agonía del día a día. El más agazapado sopor de sombras, entre seres apétalos y de consignas sombrías. Valijas llenas de contenido brilloso, pero de significancia vencida. Herramientas impropias, pruebas de que la realidad, a simple vista, carece de lógica y armonía. Pues sería una siesta loca de cristales beligerantes en el firmamento de la costra roja de mi piel. Quizá putrefacta, quizá aún intacta. Definitivamente, son otras teorías…

 ¡Pero sí, es un fervor ácido y algunas veces agresivo, que me fascina y me corrompe más!

Pero ahora soy un arpegio triste y cansado que se extingue y se distiende sobre la manta de la cama, partiendo hacia su final; frente a los estupefactos testigos, sin ánimos de suerte. Los bríos se van en un ataque subliminal, haciendo que la vida se repliegue ante la siempre irreductible e inexcusable decisión de la muerte.

05/31/12 | 00:10