noviembre 16, 2010

Cielo sentimental

El cielo es sentimental; cada vez que se enoja se pierde, se vence, se expande. Los vientos huracanados son sólo un aletear de emociones, en antesala a su redención.
Las llamas endógenas, camufladas en una cama de cal, se hacen bolas ardientes, se precipitan con un despertar; lleno de rencor vaticinado.
El fuego, las lenguas y el quejoso dolor se revuelcan sin pudor ni reparos. Son los únicos que tienden a vivir sin temor a su propia muerte. Se baten, caiga quien caiga.
Y es tan sentimental, que odia a su propia Madre. Odia su perfidia, su abandono y su maldita enseñanza; pero justa como deidad. El aire se hace ardor y el humor se atomiza... ¡Oye, tiende a critiquizar! Este se graniza, pierde estabilidad; se cuece y desaparece derritiéndose en el llevar de los ósculos cobrizos.
El manantial que jura su alma, se vio nacer... se vio secar. ¿Puede un hombre ser el dios sin dios, ante la Madre sin sus hijos? ¿Puede la tierra volver a germinar con los rayos maternos? ¿Puede la tierra parir una triste realidad?
La felicidad es un invento triste, ya que siempre se va. Termina, acaba, se funde en una sinapsis cerebral; se disipa siendo solos recuerdos de segundos inamovibles. Es un remolino de chantajes, de piedras, de locura; es un vaivén, es un contar. Es un perro sensible y a la vez, nocivo. Es su naturaleza explotar y hacerse escombros para albergar otros sentimientos natos , curiosos y ansiosos, desembocados, como dijimos, en un afligido renacimiento estéril; pues, a veces, para con extraños, para nada sirve la bondad.

Sus fuertes debilidades son dueñas de tu mala suerte. Te mecen, te arrullan, te cantan en trueno en la primera luz del día y te escupen; pues te pasan la mano por la frente sin una gota de amistad. Te conviertes en un ser despreciado, condenado a no tener ciudad. Por tratar con gente consumida, que te alimenta por darles cuerda al vacío de su necedad.
Nada te devolverá lo que añoras. Nada te hará acreedor de su maternidad. Nada mientras no reveles lo que callas, nada mientras sobreestimes su carnal. Mientras no dejes de girar la ruleta del revólver, jugando a ser papá, en tormenta... ¡Entiende! Estás fuera de estación...

¡De su amor, de su deidad, debes ser merecedor ante cualquier otro rufián!


11/16/10 23:59