marzo 29, 2012

En la hoguera




En la hoguera nacen y se hacen ciertos apuros. La reacia presta atención a su dureza y al constreñimiento de su vientre; perfecto hasta en su costra, balsámico incluso con el frío. Es difícil pensar en la redención cuando los reparos en una cadena de sucesiones, son capaces de cerrar las piernas de una mente que, en el fondo, extraña las flamas de ciertas caricias adultas. Mientras yo siga fascinado, no se piensa en desatar ni en asimilar las miradas de índole conjuntiva.
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Permítame preguntarle: ¿Cuál es su nombre?
Sin embargo, desde el manantial de fuego solicito la congregación para convertirme en tu bebedero; perfecto hasta en la calma, dionisiaco incluso en el sigilo.
- Pues quisiera saber: ¿Cómo debo llamarla?
Paso por alto las reticencias con sorna que me impones y que confabulan contra mí, ya que alimentan a sabiendas la emoción del miedo a este juego entretenido; perfecto hasta en la pausa, mohíno incluso en su estío.
- Sin ser impertinente: ¿Qué es lo que desea?
Y continuando en prestarle atención a mi vacío, sigo el instinto vertiginoso para continuar luchando sin ejército y sin batallas. Mi dedo catatónico se quedo así, sin hacer más nada.

- Disculpe: Pero usted todavía no existe.


03/28/12 00:15

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