febrero 03, 2012

La Estudiantina




Pensé de forma decidida, en impartir la falta de respeto por la no muy lejana investidura de sangre y de nacimiento. Todos corrían en el mismo sentido -sobre todo nosotros-, agitando el regodeo; y el talante de mi mente se hizo adolescente sólo para vibrar con la mirada impoluta de una cría que, a tientas de amar, me apresaba en sus deseos probos de cariño y de caricias adultas. Su corto tiempo de vida la llevaba a burbujear su seno en las contracciones de su vientre.
El jadeo ajeno y el suspiro propio, se encontraron bajo la canción de reminiscencias infinitas. Mas, me pregunto ¿Cómo es posible que la carne, de origen soluto, se vuelva aire? ¿Cómo es posible que su sabor, de raíces salinas, se vuelva dulce y se me encastre? ¿Cómo es posible, si ella es de la Tierra y yo soy de Marte?
Justo después de diez días, mi lengua estaba sosa. Pero el viaje que me dio su nívea tez, fue como ir en un tren, siempre hacia el sur; y con el placer que da la asfixia entre dos zancas, vi regresar el aliento cálido de una morada sin salida. Mis narices y sus aletillas se retorcieron por la dosis e inmediatamente hizo efecto el poder narcótico y a la vez estimulante. Su rostro, en trama con su ya fruncida dicción, fue el étimo perfecto de la luz que ya salpicaba por la ventana.

Todo lo demás, junto con la repentina prole de sus veinte primaveras, se lo llevó a su casa y a sus quimeras.

01/16/12 00:04

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