noviembre 21, 2011

Efímera conjunción de luces (2)

La etapa cruda de la recesión de los ánimos imbatibles, resuena en los albores de una cápsula siniestrada. El interés por la carne fue relativa, entonces reciclada; ahora es mejor tener deseos y pretensiones vanas que agallas solitarias. Pues tener más que alguna, pertrecha mi responsabilidad como una concha aglutinada entre otras, en la necesidad de alimentarse y de formar conjunciones silenciosas.

Despertar al mediodía viendo la sacristía aturdida, abrir las cortinas y hacer de la luz un baño de conjeturas expuestas a toda repulsión en el cuerpo que terminará siendo mi comprobante de salida, son parte de la fábula obscena que se narra y que constantemente escribo. Ni la sangre detiene mi incisiva homilía. Porque contra la fuerza de la prohibición distiendo mi manto poli regular, cubriendo las cuatro esquinas de una pacífica redada.
No hay sazón ni desazón en la cocina, sólo una alacena atestada de pastillas rellenas de confort.
Pues, la luz de la noche es mi mejor amante y mi mayor enemiga.

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