octubre 24, 2010

Todos vuelven

Todos reían. Él era una simple daga envainada, presuntuosa de su filo y de su fervor por la sangre coagulada. Las quijadas se abrían y absorbían los cúmulos de rosa, esas de carácter ajeno; saltaban como moscas y se olían como perros. Acostados y maltrechos, se besaban. ¡Quién habló de santas! ¡Quién habló de ratas! Pues de la epístola que colgaba del cuerpo del delito, emanaba odio, resurgía su venganza. Por la boca espumaba, en las sendas enajenadas.
"Descansa... descansa" le dijo. "Mañana será otro día... ¡Y quizá también te abata!"

Todos dormían. En la habitación, guarida de las sábanas, entre unos y otros, los seres reían. Congestionaban sus glúteos, apresuraban sus vidas; haciendo de la música, un concierto y un cementerio de recuerdos. ¿A quién le importa ya, dentro de los albores del existencialismo, dentro de las ínfulas de sus niñeros, ser padre, madre o hijo de sus remeros?
"Descansa... descansa" le dijo la puta al puto, mientras acomodaba sus delicados cabellos.

Todos morían. Los retazos de pan que se hundían en la laguna, eran desperdicios de la mente en las contracciones de los vientres. Dispersos, huían uno del otro, sepultando lo ya sepultado; temerosos, corrían en sentidos opuestos, en los círculos dionisiacos, pendencieros hasta la muerte.
"Descansa... descansa" le dijo el puto a la puta, mientras acariciaba su gastado cenicero.



05/14/10 17:19

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