¡No me aniquiles! ¡No me aniquiles!
Mientras jironeaba por los viejos pasajes negros, como dentro de una burbuja, tan solo recordando, con todas esas imágenes consecutivas cuadro a cuadro, algo hizo que esta burbuja explosionara y que volviera yo en sí. Era Héctor. Venía caminando fumando algo chiquito y gritando no sé que cosas, que rayos.
- Hey, muchachón ¿Qué sucede? Te noto enojado.
- Algo. Rayos, debo ausentarme por un tiempo. ¡Carajo!
- Calma mi amigo. Espera, creo que aquí tengo algo...a ver...listo. Toma. Inyéctate esto, te hará bien.
- Vale, gracias.
- Ahora cuéntame ¿Qué sucede?
- Hey, mejor me voy, cúbreme. Ya regreso.
- ¡Pues será todo un placer! Necesitaba estirar las piernas...
- Voy a estar pensando. Cualquier cosa pásame la voz. Bueno, en fin. Yo no sirvo para estas cosas.
- Es que tú eres muy dulcete muchachón. Bueno, Perfecto. No más no te cortes mucho en camino hasta allá.
- Hey, LA COCA NO HUELE A NADA.
- ¿Pero cómo? ¿Cómo no-- Ohhh (Risas) ¡Claro! Bueno, bueno. No digo más.
- Déjame que te grafique el tema antes. Mira esto es así...(etc)
- Sí, sí, sí, ya lo sé todo, hasta antes que tú. Te he estado observando.
- Bueno, nos vemos.
- Eso vale.
"Amoladora de dientes ¿Tienes miedo? ¡Hasta yo, sí!"
04/20/09 20:15
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario