Héctor se deslumbra, asomado en la acera de al frente de un pueblo desolado, lleno de polvo y delirio ajeno. Vaga por la cuidad "sin gente", de esa que solo brilla de día y por las noches dicen hacerlo de igual forma, pero solo es la artificialidad que dicha gente ha creado. En verdad no brillan, es la falta de naturalidad que los afecta. Héctor detesta eso.
Si por las mañanas su reflejo se viera en el ambiente tieso que lo rodea, supondría, por supuesto, que se ha hecho un rastrero de procedencias pirotécnicas, de esos que por ahí se ofrecen como prostitutas sin ojos y sin pies, sin narices y sin la fresca noción de otra mañana que pueda ser dirigida al bien de otra persona. Héctor es un hombre y no lo niega. Es por eso que delibera.
Héctor es un educador del mal comportamiento, ya que para eso estudió. Uno de sus cursos era "Golpéate a ti mismo y sé feliz después". Curso que aprobó con honores pero lo curioso es que nunca nadie le mostró lo que seguía de la auto mutilación. Que imbécil.
A propósito, se desvirtúa haciendo milagros y hasta magias oscuras quizás todo para que sea en vano y nadie se de cuenta de que lo que se vive no es por "las huevas".
Muerto en vida. Así se titulo el libro que Héctor leyó hace poco. Merodeaba y daba vueltas sin razones concretas en planetas de ciudades sin gente y de naturaleza infértil. Cuando me acuerdo de eso, me río de él.
Ayer lo vi, estaba en las faldas de un cerro de emociones enajenadas al encontrarse de nuevo con él, después de mucho tiempo. Le hablé pero no me respondió. Estaba como diluido o talvez ahogado en su propia risa irónica al no poder tragarse su propia medicina que prometía curarlo del mal que lo que afectaba.
Gran estropajo que se creía al barrer con el temor ajeno y dizque siniestro ¡De siniestro no tiene nada! Héctor ve rojo y está rojizo, por eso no puede verse. Pretende callarse como siempre ante una sazón premeditada ¡No seas cabro!
- Se que necesitas ayuda acá.
- Vete, no quiero tu ayuda.
- No digas eso, yo tuve tu control y puedo retomarlo cuando quiera. Se que todavía permanece tu afilado ser, ese que se parece a mí, allí dentro.
- ¿Me llamas drogadicto? Pues si. Lo soy. Últimamente lo he sido.
- Siempre lo has sido, Héctor.
- No, solo que antes no era Héctor. Yo era tú y tú eras yo.
- ¿Vas a vivir drogándote toda la vida? Que triste eres.
- La idea justamente es esa: La droga solo me hace resistir -esperar- más hasta que por fin llegué la luz y no necesite más de ella.
- ¡Dices...!
(Voz al aire)
- Representas mucho, gracias por ello. No se si seré yo el norte y tú el sur o viceversa, solo se que me atraes y que me siento a las faldas de un cerro de emociones enajenadas al encontrarse de nuevo conmigo, después de mucho tiempo...
- Palteas oye, chau.
- Chau.
"Si tú me quieres yo te quiero, si no me quieres adiós"
20:06
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